En 2011 lo dije sin rodeos en El Dínamo: la TV, antaño el gran “penetrador”, debía aceptar que la relación con su audiencia ya no era de a dos, sino de a tres, y que el tercero en discordia —Internet— no era una amenaza, sino una oportunidad para renovarse.
Hoy, más de una década después, la TV insiste en reciclar formatos, blindar su ego con rating, y disfrazar como “innovación” lo que son apenas remakes digitales de lo mismo de siempre. Mientras tanto, TikTok, Instagram y YouTube se llevan la atención, la conversación y, por supuesto, el cariño de la audiencia.
La paradoja es brutal: la TV no está compitiendo solo por rating, está peleando por relevancia cultural en un ecosistema donde lo que no se comparte, simplemente no existe. Y para eso no basta con tener redes: hay que pensar desde las redes.
El mismo drama, nuevos actores
Ya no se trata de transmitir y esperar. Se trata de dialogar, provocar, activar. El espectador de hoy no se queda mirando: reacciona, comenta, edita, viraliza. Es un espectador activo, infiel por naturaleza y exigente por vocación. Quiere que lo escuchen, no que lo sermoneen.
Pero, ¿qué hace la TV? Crea chats sin alma, lanza apps como parches, ofrece “contenido exclusivo” que no conecta, y todavía se enfurece cuando la audiencia no aparece. Como si el problema fuera del otro. Como si Internet fuera el culpable de su desafección, y no su torpeza emocional y narrativa.
De penetrador a ignorado
A estas alturas, el verdadero drama de la TV es su resistencia a recibir. No ha entendido que la clave ya no está en dar, sino en dejarse influenciar, remixar, reinterpretar. En vez de liderar desde la pantalla, debe aprender a dejarse llevar por los códigos de quienes sí entienden cómo se construye relevancia hoy.
Porque sí, TV: te están engañando en la nube. Te ponen los cuernos a cada rato con videos de un minuto, con streamers sin guion, con virales que no pasaron por comité editorial. Y no, no es un berrinche. Es una señal. La audiencia no te está dejando por otro. Te está dejando porque no quisiste evolucionar con ella.
La oportunidad sigue ahí (si se atreve)
La TV aún puede salvar su relación, pero requiere algo que hasta ahora ha evitado: una estrategia digital integrada, transversal y creativa. No como accesorio, sino como columna vertebral. Como forma de ser. Como ADN.
Es tiempo de que la TV deje de resistirse al trío, y entienda que en este ménage à trois, el único camino hacia el futuro es relacionarse desde la horizontalidad, la colaboración y la innovación.
Porque si no lo hace, la próxima generación no la va a mirar con nostalgia, sino con absoluta indiferencia.
Basado en el post original: Threesome, Epifanía de un Penetrador Penetrado, de Mario Moreno Rodríguez, El Dínamo, 2011.